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Vínculos traumáticos: cuando el conflicto maniene "unida" a la pareja

  • Immagine del redattore: Alberto Asero
    Alberto Asero
  • 23 set
  • Tempo di lettura: 4 min

Aggiornamento: 2 giorni fa


vínculos traumáticos


Sucede encontrar parejas en las que amor y desamor parecen fatalmente inseparables. Me refiero a aquellas cuya inestabilidad recuerda el abrirse y cerrarse cíclico del fuelle de un acordeón: hoy los ves unidos, pero ¿te atreverías a apostar que mañana aún se hablarán? Si llevas tiempo conociéndolos, ya sabes que los pleitos, a menudo intensos y “definitivos”, llegan tan imprevistos —e incomprensibles— como ciertas lluvias; y también has comprobado que tardarías más tú en entender qué desató el altercado que ellos en reconciliarse (una vez más). Eso sí, no te equivocas si sospechas que una relación así es realmente infeliz y sumamente desgastante.



Conflictos y razones: ¿primero el huevo o la gallina?


Hay una pregunta crucial que plantearse cuando una pareja atraviesa demasiados altibajos: ¿los conflictos nacen de razones puntuales o más bien ocasionan las razones que los desatan?


La respuesta está en la historia de la pareja. El primer caso habla de una "normal" temporada de turbulencias ligada a tensiones —incluso importantes— derivantes de factores específicos y reconocibles, superados los cuales la conflictividad desaparece. En el segundo caso, en cambio, los focos de tensión parecen renovarse con el paso del tiempo y “adaptarse” a las distintas circunstancias: como si los roces dependieran menos de los motivos que parecen estar en juego y más de una especie de coacción al conflicto que, para perpetuarse, va inventando constantemente nuevos pretextos. De ser así, vale la pena preguntarse si acaso la relación se sostiene en un vínculo traumático (trauma bond).



Vínculos traumáticos: ¿qué son?


Un vínculo traumático es un esquema relacional organizado entorno a ciclos de tensión, ruptura y reconciliación: tras intensos conflictos, que pueden desembocar incluso en períodos de alejamiento, llegan reencuentros cargados de emoción, promesas y esperanzas. Las "montañas rusas" afectivas no se deben a que el sentimiento entre las dos personas sea débil o ficticio, sino a que el eje de la relación se ha desplazado del amor al conflicto. Dicho de otra manera, y por más extraño que pueda parecer, en un vínculo traumático es el ciclo del conflicto el que estructura y rige la relación, mientras que el deseo de unión queda como en segundo plano.


Así que no debe sorprender que estar inmerso en un vínculo traumático implique vivir envuelto en una nube de confusión fluctuante y paralizante, ni que tan a menudo se asome la pregunta: si sufro tanto, ¿por qué no me voy?



Sufro, luego me quedo


La respuesta a esta pregunta, tan desesperante como desgastante, es que una dinámica de pareja dominada por ciclos de tensión-ruptura-reconciliación genera una forma de dependencia emocional comparable a la adicción a sustancias. En un verdadero círculo vicioso, el cerebro aprende a asociar a la pareja tanto con el sufrimiento como con el alivio: el estrés intenso que acompaña la fase de ruptura, con su carga de cortisol y adrenalina, impulsa a buscar la reconciliación, cuyo alivio llega acompañado de un pico de dopamina y oxitocina. Este refuerzo intermitente —uno de los más potentes que existen— alimenta, en el caso del vínculo traumático, la confusión típica entre estar por amor y estar por necesidad.


Estríctamente hablando —y este es el rasgo quizá más cruel de los vínculos traumáticos—, la dependencia no es tanto hacia la otra persona como hacia el propio ciclo de alejamiento/abstinencia-reconciliación/alivio, de manera tal que la sola perspectiva de perder al otro provoca un vacío realmente aterrador. Así, la relación acumula heridas y pese a que ambas personas estén exhaustas, terminan atrapadas en la rueda, sostenidas por la esperanza —no realista, aunque alimentada por momentos de cercanía real e intensa— de que "esta vez será distinto".



Te amo, pero... ¿qué sentido tiene?


Como un Sísifo que cada día debe volver a empujar su piedra cuesta arriba, en un vínculo traumático la mayor —y mejor— parte del entusiasmo y de la energía, en lugar de dirigirse al crecimiento de la pareja y de sus miembros, se consume en mantener la relación a flote. El vínculo traumático atrapa a la pareja en un juego paradójico: se permanece juntos no porque la relación ofrezca estabilidad y nutrimento, sino por el eterno intento de hacerla estable y nutritiva, lo cual termina anulando tanto a los individuos como a la pareja.


La pregunta que, a este punto, se cruza en nuestro camino es la misma que atormenta a estas parejas: ¿es posible liberar el futuro de una relación prisionera de sí misma? A esta cuestión dedicaré el próximo post.


Por ahora, ten en cuenta que las relaciones íntimamente conflictivas o con rasgos de dependencia son mucho más frecuentes de lo que se cree. Lo confirma la existencia, en psicología, de una literatura bastante abundante al respecto. Si quieres profundizar en el tema, aquí te dejo algunos puntos de partida.


Un texto central sobre el vínculo traumático es The Betrayal Bond: Breaking Free of Exploitive Relationships de Patrick Carnes (1997), mientras que Facing Love Addiction de Pia Mellody (2003) es uno de los primeros trabajos en trazar un paralelismo explícito entre dependencia afectiva y adicción a sustancias. Partiendo de la teoría del apego de Bowlby y Ainsworth, Amir Levine y Rachel Heller (2010) muestran, en Attached, cómo ansiosos y evitativos pueden quedar atrapados en dinámicas disfuncionales; por otro lado, adoptando la perspectiva de la terapia de pareja (EFT, Emotionally Focused Therapy), Hold Me Tight de Susan Johnson (2008) explica cómo reconocer los “ciclos negativos” que devoran la relación.



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¡IMPORTANTE! El propósito de este artículo es fomentar la reflexión crítica sobre temas de psicología a partir de información clara y confiable. Ninguno de los contenidos aquí expuestos pretende, ni puede, sustituir la valoración y el apoyo de un psicólogo o psiquiatra. Ante cualquier duda, acude siempre a un profesional de la salud.

 
 
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