Ansiedad: qué es y cómo manejarla
- epimeleia
- 24 ago
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¿Qué es la ansiedad?
La ansiedad es una respuesta emocional de alerta frente a una amenaza percibida. Esta respuesta es clave para la supervivencia: su función es mantenernos alerta y concentrar las energías en la situación desafiante (Cannon, 1929).
Cuando la activación es breve y proporcional, resulta útil; sin embargo, si asume forma crónica, se convierte en un enemigo silencioso que deteriora la vida en varios aspectos (APA, 2013).
Es habitual que quienes sufren un trastorno de ansiedad perciban falta de apoyo y comprensión por parte de sus seres cercanos. Esta desconexión emocional surge, en gran medida, de la naturaleza subjetiva de la ansiedad: lo que para una persona constituye una amenaza abrumadora puede resultar trivial para otra; además, la ansiedad, como estado de alerta permanente ante posibles peligros—a veces inexistentes o lejanos—, se nutre de escenarios indefinidos y abstractos, lo que la hace difícil de explicar y de entender.
Por qué la ansiedad es un problema serio
Aunque en nuestra cultura haya sido normalizada, la ansiedad crónica puede comprometer incluso gravemente la salud mental y física.
Impacto en la salud mental
Sueño: Insomnio o sueño fragmentado; aumento de despertares nocturnos (Kessler et al., 2005).
Agotamiento emocional: Sensación persistente de cansancio, irritabilidad y disminución de la resiliencia psicológica (WHO, 2017).
Capacidad cognitiva: Dificultades para concentrarse, tomar decisiones y retener información (APA, 2013).
Comorbilidad: Elevada probabilidad de desarrollar depresión mayor y otros trastornos del estado de ánimo Kessler et al., 2005).
Síntomas somatomorfos: Palpitaciones, tensión muscular y dolor de cabeza que aumentan la carga mental (Bandelow et al., 2017).
Impacto en la salud física
Sistema cardiovascular: hipertensión, mayor riesgo de enfermedad coronaria (Steptoe & Kivimäki, 2012).
Sistema inmunológico: supresión de la respuesta inmune por elevación sostenida de cortisol (Segerstrom & Miller, 2004).
Sistema digestivo: trastornos funcionales como síndrome de intestino irritable (Mayer, 2011).
Sistema Musculoesquelético: tensión muscular, cefaleas tensionales y migrañas (Bandelow et al., 2017).
Impacto en la calidad de vida
Relaciones interpersonales: Aislamiento social, conflictos familiares y dificultad para mantener amistades (WHO, 2017).
Rendimiento laboral / académico: Reducción de la productividad, ausentismo y bajo rendimiento escolar o profesional (Kessler et al., 2005).
Participación en actividades recreativas: Evitación de ocio, deporte y hobbies por miedo a la evaluación o a la incomodidad física (Bandelow et al., 2017).
Bienestar subjetivo: Menor satisfacción vital y percepción de control sobre la propia vida (WHO, 2017).
Funcionalidad global: Deterioro en la capacidad de cumplir roles cotidianos, por ejemplo cuidar de sí mismo, gestionar finanzas, etc., (APA, 2013).
Cómo reconocer un trastorno de ansiedad
Los trastornos de ansiedad surgen de una interacción compleja entre factores genéticos, neurobiológicos y psicosociales (Hettema, Neale & Kendler, 2001). Señales de alerta incluyen:
Frecuencia y facilidad de aparición de la ansiedad sin estímulos externos que la justifiquen.
Intensidad y duración que interfieren significativamente en la vida diaria.
Síntomas comunes
Físicos: taquicardia, palpitaciones, opresión torácica, sudoración, temblores, mareos, dolor de cabeza.
Mentales: nerviosismo, dificultad para concentrarse, pensamientos catastróficos, miedo irracional, pesadillas.
Principales trastornos según el DSM‑5
La ansiedad no es un padecimiento uniforme, sino que que se estrella en un universo de manifestaciones típicas muy distintas las unas de las otras:
Trastorno de ansiedad generalizada (TAG): preocupación excesiva y persistente, fatiga, irritabilidad.
Trastorno de pánico: ataques súbitos de miedo intenso con síntomas somáticos marcados.
Trastorno de ansiedad social: miedo al juicio y rechazo social, evitación de situaciones públicas.
Fobias específicas: miedo desproporcionado a objetos o situaciones concretas.
Agorafobia: temor a estar en lugares donde escapar sea difícil o no haya ayuda disponible.
Trastorno de ansiedad por separación: angustia excesiva ante la separación de figuras de apego.
Mutismo selectivo: incapacidad para hablar en contextos específicos pese a la competencia lingüística.
Más allá de sus diferencias, todas estas manifestaciones generan malestar clínicamente significativo y deterioro funcional (APA, 2013).
Cómo manejar la ansiedad
Qué puedes hacer tú
Existen diferentes técnicas basadas en evidencia que, donde se apliquen con constancia y perseverancia, pueden ayudar a controlar la ansiedad de manera significativa. Dentro de ellas destacan:
Mindfulness y meditación guiada: reduce la reactividad emocional mediante la atención plena al momento presente (Kabat‑Zinn, 2003).
Respiración diafragmática: activa el sistema parasimpático, disminuye la frecuencia cardíaca (Jerath et al., 2006).
Relajación muscular progresiva: disminuye la tensión muscular y la percepción de amenaza (Jacobson, 1938).
Diario de ansiedad: registrar eventos, emociones, pensamientos automáticos y respuestas ayuda a identifica patrones de pensamiento y desencadenantes (Beck, 1976).
Reestructuración cognitiva: revisar las entradas del diario y formular contra‑argumentos ayuda a cambiar creencias irracionales por interpretaciones realistas (Ellis, 1962).
Exposición gradual: crear una jerarquía de situaciones temidas y afrontarlas progresivamente contribuye a desensibilizar la respuesta de miedo (Foa & Kozak, 1986).
Cómo puede ayudarte un profesional de la salud mental
Tratar la ansiedad a través de un abordaje integral —atendiendo tanto a los procesos conscientes como a las dinámicas inconscientes donde radica el malestar— es fundamental para desarrollar nuevas y mejores formas de navegar la vida.
Referencias
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